Ni leyes, ni fórmulas… solo puro intento

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Querido amigo:

Hace poco más de 1 año te escribía una carta aquí mismo.

Te invitaba a ser más feliz por el camino de un mayor y mejor trato con tu humanidad y la de los demás. Transcurrido este año, y vivido lo vivido… te escribo nuevamente

Tomaste algunas decisiones para crecer. Eso de la aceptación y de vivir lo que sos, con mayor naturalidad y agrado, empezó bien. Sin embargo, siento que al andar te extraviaste un poco en el camino. No pretendo enseñarte nada. Solo estimularte a retomar el camino que en un principio elegiste, revisando el trayecto andado. A todos nos pasa: sabemos dónde iniciamos pero mientras avanzamos, nos perdemos, nos desorientamos o simplemente nos desanimamos.

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Asumir lo que somos es más que sólo querer nuestra historia y nuestro ser. También es poder aceptar las limitaciones que la vida nos impone y construir un futuro hecho de posibilidades, talentos, aprendizaje; todo ello amalgamado por las circunstancias de la vida (las favorables, las desfavorables y limitantes). Sabés que un aprendizaje que la vida me dio es que casi nadie tiene la vida exactamente como la desea. Todos estamos atravesados por circunstancias adversas y difíciles. Todos desearíamos volar como halcones (muy alto, muy seguros y mirando desde arriba lo que pasa); sin embargo nos toca volar como palomas, a mucha menor altura, acechados por los peligros que nos da la cercanía con el mundo.

Este mundo es maravilloso, aunque a veces también puede ser un poco engañoso. Gracias a la globalización, compartimos la conciencia colectiva de vivir en una aldea donde todo nos resulta accesible de una u otra manera. Eso es cierto en algún sentido y muy engañoso, en otro. No todo está cerca, ni todo es accesible a nosotros. Aceptar esa realidad impone algo de frustración, y también mucho de realismo. ¡Sí puedo ser feliz con lo que esté en mi círculo de posibilidades y experiencias! ¡No necesito experimentarlo todo como condición para la felicidad! Porque, como te dije en aquella carta, creo que ni el éxito, ni el sufrimiento son indicios infalibles de nada.

No caigas en la trampa de creer que existe una fórmula para ser felíz. La fórmula puede ser dada por otros, o hasta ser una idea en tu cabeza.

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Te formaste en las ciencias. Te gustan las teorías, y las fórmulas. Aprendiste que la vida está regida por leyes, que pueden expresarse en formulaciones lógicas. Quizás pienses que esto de vivir, en el fondo, también esté sometido a fórmulas. Y, si se oye hablar de la fórmula del éxito, ¿por qué no pensar que existe una fórmula para la felicidad, no? Alguna vez me explicaste los componentes de tu fórmula: educación de nivel, buen cuño familiar, rigurosidad y excelencia en lo que hagas.

Yo prefiero creer que no existe un camino a la felicidad sino que la felicidad es el camino de lo posible… Y te remarco “posible”, porque una vida hecha sólo de absolutos, es una vida condenada a la frustración. Lo ideal debe servirnos como motor e inspiración. Lo posible está hecho de esos mismos ideales, tamizados por la realidad de nuestras propias posibilidades. Es más humilde y menos grandilocuente, pero está a nuestro alcance.

Te angustia ser uno más del montón y no explotar todo tu potencial. Te preocupa la mediocridad. Te enoja que las circunstancias no te favorezcan. Entiendo lo que sentís. Pero quiero decirte -una vez más- que existen razones para el fracaso pero no para la infelicidad. Un eventual fracaso en tu vida podría explicarse de muchas maneras, pero tu infelicidad solo será consecuencia de una elección tuya. Para ello no se necesitan razones, solo son decisiones.

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Te percibo -con tus enojos, angustias y tu desvalimiento- como parado al costado del camino. Ves cómo todos pasan por él y avanzan, y vos seguís allí. Es que justamente son esos sentimientos y autopercepciones las que te paralizan y aíslan. Debes esperar que los que pasan, se detengan, saquen de sus mochilas algo de su éxito o de sus muy favorecedoras circunstancias y te las den. Pero no. Cada uno carga en su mochila aquello que le es dado y que puede proveerse a sí mismo; y así aprende a caminar al ritmo y la intensidad que sus fuerzas y sus insumos, le permiten. No sigas esperando al costado del camino. No esperes lo que no llegará.

Parate, sacudite y entrá…. Dale. Cargá tu mochila con lo que necesites y, obviamente, deshacete de lo que estás cargando y molesta. ¡Cuántos enojos, decepciones y tristezas pesan tanto que nos impiden caminar! ¡cuántas veces esperamos el «mejor momento» para partir, sin aceptar que no existen mejores momentos para nada…

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El camino parece largo, pero no es tan así. Sus curvas y sus rectas a veces engañan. Cuando menos te des cuenta, habrás ingresado en algo nuevo que te exigirá nuevos desafíos. Por eso la mochila debe ir liviana (de tristezas, de enojos, y también de expectativas e ilusiones). Sí te recomiendo llevar la esperanza -me dijeron que no pesa casi nada- y algo de obstinación, ella sirve para no entregarse en la primera derrota… Ah! no te olvides de sacar de tu mochila la preocupación por el éxito. Eso es un ancla… casi no permite avanzar. Mejor lleva el deseo de autenticidad y de fidelidad a vos mismo. Eso es pequeño y hasta conviene que lo lleves puesto…

Un abrazo grande, desde mi propio caminar…

2 comentarios en “Ni leyes, ni fórmulas… solo puro intento”

  1. Buenas tardes Lic. Haro, gracias por compartir esto, siempre planifiqué y pensé que todo iba a salir igual que una fórmula….. No me di cuenta que a veces la vida real tiene cambios que a veces en el trayecto cambian el resultado de lo que uno espera o busca.

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