En el horizonte de mi deseo y en los suspiros más profundos de mi corazón … ESTOY YO (Radiografía de un narcisista)

Muchas veces en estas páginas he dedicado espacio para hablar de las múltiples formas de narcisismo en nuestra sociedad actual.

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Exceso de preocupación y de atención por la propia imagen, comportamientos histéricos en los vínculos, contínuas oscilaciones entre quiero-no quiero, miedo inconsciente al abandono que empuja a la huida anticipada de una relación, incapacidad para tolerar la frustración vincular, intransigencia ante las opiniones de los demás, exagerado sentido de sus logros y una tendencia a destituir a los demás, son sólo algunos de sus rasgos.

Todas estas circunstancias pueden hacernos pensar en alguien deliberadamente cruel que enarbola una causa cuyo único estandarte es su ego. Lamento decir que la mayoría de las veces no es así. El narcisista es un individuo profundamente herido en su capacidad de dar/recibir amor. Generalmente creció en un ambiente familiar que no lo valoró suficientemente por lo que era, en su identidad más singular. Probablemente tuvo que aprender a ganarse el afecto creando un personaje seductor y carismático. Lo más usual es que sus padres, ambos o alguno de ellos, hayan sido personas que le hicieron sentir muy frecuentemente que no estaba a la altura de lo que se esperaba de él. Nunca fue suficiente. Hiciera lo que hiciera, jamás fue suficiente. Y además era preciso decírselo, enfatizando no ya su dificultad sino su inoperancia o ineptitud.

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Esa experiencia de hijo agobiado por una exigencia desmedida que no podía cumplir y la constante confirmación de parte de sus progenitores de esas imposibilidades, le hirieron más y más. Su experiencia suele ser la de aquellos que se desvelan por hacer cosas para ser aceptados y reconocidos y aunque saben que nunca lo lograrán, no pueden dejar de hacerlo. Estos individuos actúan, hasta a veces en forma desesperada, su propia necesidad de aceptación incondicional. Aquella que nunca recibieron y que tampoco se atreven a dar.

El narcisista porta una herida profunda en su identidad: ser como es no funcionó; ser como a los demás les gusta sí le obtiene reconocimiento y afecto, aunque pronto se diluirá porque el sabor de su insatisfacción lo invade todo. La insatisfacción narcisística es una experiencia de mucha frustración de la que el individuo no logra desprenderse haga lo que haga.

En la base de esa insatisfacción hay una profunda experiencia de desvalorización y autodesprecio. Ella nace de una identidad cuya autoestima está lastimada. En apariencia, puede parecer que si alguien se muestra seguro de sí mismo y asertivo, es un narcisista. Sin embargo, nada es lo que parece. Ese despliegue de seguridad es un acting del personaje que sirve para cubrir sus propias (y muchas) inseguridades.

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En definitiva, mostrarse siempre bien estéticamente, ser seductor/a con todos de una manera o de otra, coquetear con el deseo de los demás en forma ambigua, no es más que ocultar las propias necesidades insatisfechas detrás de un personaje ganador que destella un glamour que fuera de esas circunstancias no podrá sostener.

En términos afectivos y vinculares, y más allá del personaje ¿Un narcisista tiene algo real y sólido para ofrecer?

Dependerá de cuánto sea capaz de atreverse a cuestionar sus experiencias afectivas presentes y pasadas, viendo en ellas oportunidades para crecer y no batallas finales donde se mata o se muere. También es difícil para el individuo herido de narcisismo, aprender a dejarse amar. Dejarse amar es aceptar ser elegido gratuitamente por otro sin necesidad de que él deba hacer algo para que ello ocurra. Esta «pasividad» en la iniciativa suele espantarlos porque se vive como una circunstancia extremadamente insegura y peligrosa que encierra la posibilidad (en su fantasía) de un nuevo abandono real que los sigue ubicando en el lugar del «no estás a la altura de lo que se espera de vos». En el fondo temen tanto la destitución de su lugar por «no estar a la altura» como el abandono en sí.

Jose Luis Trechera afirma: «El rechazo de toda relación de amor provoca la desintegración del sujeto y la imposibilidad de vivir, ya que es incapaz de aceptar la realidad tal cual es. No puede el sujeto conocerse y reconocerse a sí mismo verdaderamente sino a través del conocimiento y reconocimiento del otro. Cuando se cierra en sí mismo y rechaza a los demás, pasa a tener como único reflejo su propia figura, situación destructiva y mortal. Los sujetos con trastorno narcisista de la personalidad destacarían por una excesiva absorción en sí mismos, ambición intensa, fantasías de grandiosidad, necesidad de ser admirados por sus cualidades y falta de empatía

La persona narcisista debe abandonar un poco el glamour y la estelaridad, tan caras a su ego, para permitirse adentrarse en un terreno más simple y rutinario como es el de las relaciones humanas cotidianas, muchas veces falladas y tantas otras fallidas, pero con el contenido real y la solidez que el show no suele tener.

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Debe abandonar la búsqueda del reconocimiento y empezar a buscar la aceptación, primero de sí mismo y luego de los demás, tal cual son.

Debe poder aceptar las grietas de los que lo rodean como algo constitutivo de la naturaleza humana (la suya incluída) y no buscar la perfección idealizada (estética, intelectual, moral, etc.) que es la mejor de las excusas para no involucrarse en nada con nadie, jamás.

Suelo pensar que el infierno es, por naturaleza, el lugar donde no es posible amar. Es el lugar emblemático de la soledad y el vacío. Es el lugar del aislamiento. En ese sentido el narcisismo puede representar una forma de infierno para las personas que lo sufren. Y también ellos llevan a sus propios infiernos a su entorno, parejas y fundamentalmente hijos, porque les privan a éstos últimos de la maravillosa experiencia de la incondicionalidad, seguridad y solidez del afecto de un padre o una madre.

Puede parecer atractiva la idea de una vida de alta exposición, sentirse deseados y cortejados sin éxito por sus constantes negativas, una imagen externa de perfección, pero al final del día, cuando todo termina, la soledad y cierta angustia lo ganan todo.

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Si te sientes atraído por algún narcisista, algo sumamente común ya que suelen ser exitosos en su empresa de encender el deseo en los demás, tendrás por delante algunos desafíos:

  • hacerle saber y sentir tu incondicionalidad,
  • cultivar una sana espontaneidad hacia él, una actitud desprejuiciada acerca de su imagen y su personaje,
  • Promover la búsqueda de una ayuda psicoterapéutica adecuada para abordar sus dificultades .
  • deberás reafirmar con serenidad pero con claridad los límites de tu propio ser para no quedar cosificado o ser un adorno de su ego.
  • custodiar tus propios espacios de libertad, no tanto geográficos sino afectivos, para que sus inseguridades no te angustien exageradamente.
  • Hacerle sentir que tus «no me gusta» no son jamás «no eres bueno» ni mucho menos, «eres un inútil«.
  • De la misma forma que tus propias disidencias con el/ella no te convierten en un oponente o un rival.

Amar y vivir con un narcisista puede ser una tarea dura, en tanto y en cuanto, el mismo no asuma su condición. De alguna manera quien convive con él/ella tiene la difícil misión de ayudarle en su proceso de recuperación emocional y en su sanación afectiva aún cuando no debe ocupar el lugar de terapeuta. No es sencillo, pero en los tiempos que vivimos es y será una tarea más habitual de la que imaginamos, o peor aún, de la que deseamos.

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