REFLEXIONES DE UN PSICOTERAPEUTA…
La violencia se ha vuelto una compañera diaria en nuestras vidas. Afortunadamente es un tema del que se habla y mucho. Quizás a veces sobredimensionando ciertos fenómenos pero es rescatable el hecho en sí.
Sin embargo lo más preocupante para mí es cuando aceptamos formas solapadas de violencia que están maquilladas de técnicas de crecimiento personal y estilos de vida vigentes. Me corrijo, lo más preocupante no es aceptarlas, sino además celebrarlas y pontificarlas como medios siempre idóneos para el crecimiento personal, sin considerar la singularidad de los individuos.
La ilusión del crecimiento sin límites, es una nueva forma de alienación que lo único que hace es alimentar un estilo de vida narcisista que más tarde o más temprano estará condenado a chocar de narices con la realidad: no somos dioses. Nuestros deseos, por naturaleza, son grandilocuentes y siempre pugnan por un concreción total. Esto se entiende desde la lógica de la condición humana. Pero la misma condición humana es la que nos debiera ayudar a aceptar que somos seres de deseos y de frustraciones, tantos unos como otros. Nos habitan los deseos y las fragilidades y limitaciones. Todo junto. Aceptar esa realidad suele conllevar una dosis de frustración y de dolor a nuestro ego. En una sociedad donde se juega a ser dioses, a vivir sin límites, a negarlos o transgredirlos, aceptar la propia condición humana limitada, puede significar para algunos tener que reconocerse como perdedores o en inferioridad frente al resto. En la vidriera de la vida, la sociedad actual solo expone los éxitos barnizados con alguna historia épica de superación que transmite una idea: si ellos pudieron, ¿por qué yo no? Pero esa historia épica, soslaya muchos otros factores que no están contenidos en la historia: circunstancias, singularidad del individuo, características del contexto de la situación, etc.
En ésta oportunidad querría reflexionar sobre los movimientos y técnicas de crecimiento personal y de superación.
No podemos negar el rico aporte que ciertas técnicas o movimientos de superación, supusieron al mejoramiento en la calidad de vida y en la percepción individual de bienestar de muchas personas. Eso es claro. No todo puede y debe ser objeto del ámbito de la psicoterapia. Tan claro es esto, como la realidad que detrás de todo deseo de superación no siempre hay un psiquismo en condiciones de asumir un trabajo de barrido o de sacudones, como algunas escuelas propugnan. Los consultorios de los psicoterapeutas suelen llenarse de demandas basadas en los desequilibrios que muchos de estas técnicas generan. ¿Es la técnica en sí la responsable del daño proferido al individuo? Sería injusto afirmar eso porque dentro del «universo de la superación personal» hay muchas especificidades que habría que considerar. Aunque es claro que existen técnicas que en sí mismas pueden resultar demasiado coercitivas y forzar en extremo a la personalidad, también me inclino a pensar que un factor no menos importante es el mal juicio profesional de quien recomendó o avaló dichas prácticas sin considerar la subjetividad de la persona en su totalidad y unicidad. No todo puede resolverse en un rediseño de vida de un Coach o en una constelación familiar. Sin ánimo de ser peyorativo ni agresivo, se está produciendo un evidente abuso y una banal simplificación de la compleja psique humana al reducir todo al mundo del «quiero y lo hago«. Obviamente, no se niega el enriquecimiento que éstas técnicas aportan a muchas personas, pero ello no las convierte en medida de uso general e indiscriminado. Me preocupa, como profesional de la salud mental, que por acción u omisión podamos estar promoviendo prácticas simplistas que lejos de ayudar a las personas las rompan. De hecho, eso ya está ocurriendo. La violencia siempre destruye: rompe relaciones, personas, historias.
En igual sentido, debemos cuidarnos de indicar abordajes psicoterapéuticos que por características individuales de la persona, por idiosincrasia u otro motivo, pudieran resultar coercitivos y hasta quizás iatrogénicos. Por ello considero que del lado de los profesionales se nos exige una formación y ética que deben ser exigentísimas; del lado de los movimientos de superación y crecimiento personal (muchos formados por los mismos psicólogos) incrementar la prudencia y el cuidado de selección y admisión de personas en condiciones de aprovechar y hacer fructificar la técnica. Del lado del individuo común, sin formación específica en salud mental, solo decirle que sus anhelos de crecimiento y superación son muy nobles y genuinos y que hace muy bien en buscar medios para lograrlo. Y que así y todo, podrá encontrarse con escollos que no necesariamente serán indicio de su fracaso o de su ineptitud, sino de alguna situación particular que deba atender y en la que probablemente deba buscar ayuda fuera del movimiento. En definitiva, toda técnica o camino de crecimiento personal o espiritual debiera fortalecer a la persona total (ampliar su libertad, darle más solidez y consistencia a su identidad, ampliar sus márgenes de decisión, incrementar sus niveles de bienestar personal y vincular, promover una mirada crítica y a la vez inclusiva y comprensiva de la realidad, entre otras muchas cosas que podemos mencionar) aun cuando no consiga el éxito. Éste ultimo punto merece toda una reflexión: ¿qué es el éxito? ¿cómo definirlo?. Muchos movimientos pragmatizan hasta el ridículo el concepto de éxito estableciéndolo como único objetivo posible en su propia propuesta programática. Algunos suelen impulsar un maquiavelismo justificado en la necesidad imperiosa e innegociable del cambio. Todo vale para lograr lo que nos propusimos. El fin justifica los medios. Solo seré capaz de demostrar mi verdadero compromiso con el objetivo, si soy capaz de accionar el tan mentado cambio, sin considerar si en el camino surgieron inconvenientes o necesidades que atender, porque todo lo que me detiene o demora es una distracción a abandonar.
Toda persona humana, desde mi perspectiva, es una realidad sagrada que está atravesada por diferentes ámbitos (historia, deseos, proyectos, anhelos profundos, heridas, etc.). Aislar y abordar solo una de ellas, y fundamentalmente hacer de una de ellas el todo, es algo sesgado y peligroso. Ciertamente no podemos pretender que todos los involucrados en el camino de la superación y el crecimiento conozcan y sobre todo manejen todos esos aspectos. Cosa que por otro lado sería deseable. Sin embargo, al menos deberían saber lo que no deben hacer o movilizar para no hacer intrusismo profesional pero fundamentalmente para no generar reacciones en las personas que no podrán administrar o acompañar. No es esta una defensa de cuerpo de un psicoterapeuta, sino un deseo que me embarga como ser humano: debemos tratar la sagrada persona humana con el respeto y la delicadeza que ella requiere, sin asumir posiciones manipuladoras o banales que dañan. Eso nos hará mejores profesionales pero sobre todo mejores personas.