Los que fracasan al amar…

En 1916 Sigmund Freud escribió un artículo llamado «los que fracasan al triunfar» donde aborda el drama Macbeth de Shakespeare para poner en evidencia la situación que experimenta un hombre en el momento de acceder al poder. Dice: “Ciertos hombres enferman precisamente cuando se les cumple un deseo hondamente arraigado y por mucho tiempo perseguido. Parece como si no pudieran soportar su dicha, pues el vínculo causal entre la contracción de la enfermedad y el éxito no puede ponerse en duda”.

Análogamente, suele ocurrir con algunas personas en relación al amor.

Antes, una aclaración. ¿Cabe hablar de fracaso en el amor?. Es cuestionable categorizar, y mucho más aún, calificar una experiencia tan hondamente humana como el amor, con categorías de éxito/fracaso que ciertamente son restrictivas. Sin embargo, si tomamos como criterios de análisis la viabilidad, funcionalidad y salud de un vínculo amoroso de pareja podríamos hablar de éxito o fracaso. No caracterizo un sentimiento o la experiencia en sí, sino mas bien los efectos concretos que ellos tienen en un vínculo en particular. images

Quienes acceden a la posibilidad de ser amados de una manera hasta entonces desconocida, y con preeminencia de elementos saludables, afecto explícito y apertura a la construcción de un vínculo sano, no siempre pueden tolerarlo. Menos aún disfrutarlo y crecer con él. Por lo general, pueden llegar a trabajar inconscientemente para boicotearlo. Es una clara forma de auto-daño inconsciente. Se trabaja para ser amado y se huye cuando eso es conseguido.

Vivimos en un mundo donde, discursivamente, se anhela un amor sincero, comprensivo, sólido y con capacidad de construcción y expresión afectiva y humana. Sin embargo muy pocos están dispuestos a aceptarlo cuando llega o incluso están menos dispuestos a trabajar por él. Porque ello implicaría involucramiento y compromiso reales. Y aún antes de ello, se requiere poder elaborar los sentimientos a que esa experiencia nos confronta: culpa por acceder a algo que no está en los patrones conocidos; miedo a perderlo y de esa manera cumplir la profecía fantasmática con la que algunos crecieron «el amor es un imposible, sólo hay lugar para el deseo». Éstos, hartos de la frustración por no encontrar la solidez de un amor que no llega, optan por la fugacidad del deseo. Así se pretende reemplazar la experiencia del amor con el deseo. El resultado lo conocemos: el amor líquido. Zygmunt Bauman lo ha descripto magistralmente. El deseo por sí solo, jamás podrá reemplazar al amor humano. Es necesario acoger a aquellos porque nos habitan, pero deben integrarse a una experiencia más integradora y totalizante como es la del amor. Creer que el deseo puede reemplazar al amor, es como creer que el placer puede sustituir a la felicidad. Son dimensiones complementarias de una única experiencia, que no se excluyen sino que se integran y elevan una a otra.

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Reconocerse como alguien amado, y poder disfrutar de ello, puede significar algo perturbador para una persona herida. Ésta ha vivido toda su vida desplegando múltiples mecanismos para defenderse de las amenazas. Algunas externas y otras internas, las percibidas y las imaginadas, las reales y las fantaseadas. En ese contexto, el amor representa algo que evoca lo no recibido -y deseado-, o lo que se recibió y lastimó. El corazón fluctúa entre anhelar lo que se desea y rechazarlo cuando se lo tiene. Anida en lo profundo un bloqueo inconsciente: la sola posibilidad de concretar un deseo larga y profundamente arraigado lo confronta a un sentimiento inconsciente de culpa por un daño imaginario hacia las figuras primarias  que no supieron, no pudieron o hasta quizás no quisieron dar. Es la frustración de no-poder amar.

De igual modo, aquellos que sobreexaltan el amor otorgándole dotes y adscribiéndole significaciones exageradas, elevan la expectativa del amor a una condición tal excelsa, que la vuelve difícil de lograr e inalcanzable. Es otra forma de autoboicot. Sólo que en ésta oportunidad, la auto-condena al fracaso viene de la mano de la frustración por «ser demasiado buenos y perfectos» para otro que no sabe o no puede acompañarnos. 

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Se requiere decisión y valentía para enfrentarse a los propios fantasmas y no esconderlos detrás de excusas infundadas, que calman un momento pero que no nos ayudan a crecer efectiva y afectivamente. Las relaciones, contra lo que hoy solemos pensar, pueden ser sumamente sanadoras y restaurativas de las propias heridas y frustraciones, a condición de que estén establecidas bajo parámetros saludables y ancladas en valores que respeten y promuevan el crecimiento de la persona-total. No son «la solución mágica» a todos los problemas de vida. El otro puede ser un buen compañero/a para transitar juntos las circunstancias de la vida; las propias, las suyas, y las comunes. El desafío es aprender a caminar juntos en un mismo viaje, aunque los caminos no necesariamente sean idénticos.

1 comentario en “Los que fracasan al amar…”

  1. Un profundo viaje hacia los pensamientos que surgen como consecuencia de las experiencias de la vida. El amor como los otros sentimientos nos hacen humanos, y nos otorgan por así decirlo, un sentido a la existencia pasajera por este mundo. Felicidades a todos los que pueden animarse a amar.

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