No hay una Navidad, existen muchas navidades.
La de los cristianos que esperan el nacimiento del Mesías y con él una nueva oportunidad de renovar la esperanza de un mundo mejor.
La de los escépticos, para quienes es una gran oportunidad de reunirse con amigos y estrechar abrazos.
También están aquellos a los que duele la navidad: las ausencias, las soledades, los que debieron estar y no están, los que no deberían estar pero están.
Hay algunos para los que directamente no hay navidad: los olvidados, los excluídos, los abandonados, los postergados, los ninguneados, aquellos que están al costado del camino y ven pasar las vidas ajenas mientras la propia letarga en el sueño de algún día poder ser…
La Navidad es una fiesta revolucionaria. Invita a la vida en un mundo de muerte, proclama la esperanza en una sociedad del escepticismo, promueve la humildad en un mundo hastiado de narcisismo y autorreferencialidad.
¿Será por eso que hemos convertido a la Navidad en un objeto de consumo?
La Navidad ni siquiera es solo encuentro con la familia, es más aún… es apostar por los valores humanos más genuinos que nos constituyen en sujetos protagonistas y empeñados en un mundo mejor. Esa hermosa escena del Niño naciendo en un establo sucio y maloliente, es una bella metáfora de lo que puede significar la Navidad. El milagro de la vida y del amor, por más sucio y pobre que parezca puede cambiar el mundo.
Esta nochebuena, levantaremos copas, comeremos, algunos recibirán regalos y otros tirarán cohetes. Sin embargo, si no hemos puesto verdadero amor en lo pequeño que hayamos hecho, no habrá habido navidad. La nochebuena se festeja, la navidad se celebra; la nochebuena se planifica, la navidad se vive y se goza.
La alegría de la Navidad nace de corazones contemplativos, que son capaces de adorar al Niño en la pobreza y de arremangarse para trabajar por un mundo mejor. Es urgente acondicionar nuestros propios establos, sucios y malolientes, para que allí también pueda nacer el Salvador. A veces la ventaja de los creyentes puede convertirse en su propia trampa: la certeza de la venida de su Salvador puede cerrarles el corazón a la espera y a la novedad.
A vos que vas a celebrar esta fiesta, te deseo lo mejor que puedo desearte: Que haya Navidad en tu corazón. Que el misterio te inunde y penetre tu ser para que tu vida se vea transformada. Por lo demás… como dice el Eclesiastés…”Vanidad de vanidades, todo es vanidad”.
Mh+