Ni el mismo Nietzche lo hubiera imaginado… El triunfo del escepticismo en su forma más radicalizada. Todo está bajo sospecha. Todo es efímero y relativo.
Asistimos a una crisis epocal donde no hay lugar para la esperanza. Ella parece representar la ilusión de los bobos, una forma entrañable de idealización infantil y absolutamente banal.
La conciencia colectiva en la que estamos inmersos nos dice que el mundo actual es muy complejo; el futuro se presenta como un lugar oscuro e incierto. La ciencia prolonga la biología pero no nos enseña cómo vivir. La tecnología facilita nuestro diario vivir, aún en aquellas cosas para las que ni la necesitamos.
Probablemente como humanidad, nunca antes hayamos logrado un desarrollo científico y técnico como el actual. Sin embargo, persiste en nosotros una honda experiencia de incertidumbre e inseguridad que en ocasiones lo gana todo. Asistimos al reinado del vacío existencial.
Pareciera que sólo nos queda apostar a nosotros mismos, dedicarnos a cuidar nuestras seguridades y adquisiciones: Cuidar lo nuestro y a los nuestros.
Hoy, vivir con esperanza es ser un verdadero revolucionario. Sostener una visión abierta, no fatalista ni descreída es más una utopía. Desde los movimientos políticos revolucionarios hasta las modas juveniles contestatarias y rebeldes, hemos aprendido que las utopías pueden ser muy inspiradoras pero finalmente nunca se plasman en la realidad. En una sociedad que maximiza los beneficios y disminuye al mínimo los esfuerzos, tener esperanza puede ser un mal negocio.
Asusta pensar cómo nuestro sistema de vida actual, inspirado en las formas más primitivas de convivencia social, tiende a potenciar en nosotros los peores sentimientos respecto de los demás. A pesar de que no soy adepto a las ideas conspirativas de aquellos que sacan rédito del caos, no se puede tapar el sol con un dedo.
Eso se evidencia en cómo existen personas deliberadamente ocupadas en dinamitar todo rastro de sentido y de concordia en las relaciones humanas, sospechando y enjuiciando en todo, a todos. Quizás la expresión «enjuiciando» sea aún inexacta. Se asume la «condena express» y a veces a priori, como forma vindicativa de ciertos intereses. Ante este esbozo, sólo falta que alguien escriba en un cartel «the end» y que «el último apague la luz».
¿Somos esto? ¿Merecemos esto?
Definitivamente NO. Ni lo somos, ni no lo merecemos, ni nos representa acabadamente. Ya sabemos de sobra, que el ser humano es un ser capaz de todo: de lo más noble y de lo más perverso. Lo sabemos. Pero la perversidad y la malicia, aún cuando reales, no nos salen gratis a los seres humanos. El precio que pagamos por ello es altísimo. Así como pensar que el hombre es solo capaz de lo bueno, es una ingenuidad, también lo es pensar que hacer el mal y vivir mal es inocuo. Y no hablo necesariamente de una voluntad superior que juzgue nuestros actos (que bien podría considerarse también), sino del precio que pagamos en nuestra propia conciencia individual con el afán de declararnos reyes de la condición humana, absolutos soberanos de una existencia que nos fue dada en forma gratuita y de la que somos solo administradores.
Hágase un bien: esperánzese…! No tema a la frustración, ella convive con nosotros a diario. Por pensar mal, no desaparecerá. Por condenar a priori y sin conocer, no amortiguará los efectos de una desilusión. Lo que nos hiere no es la esperanza, sino la tibieza y la mediocridad de quedarnos parados al costado del camino por miedo a sufrir.
Crea. Viva. Ame. Sueñe. Ayude. Plante. Riegue. Cuide. Abrace. Sostenga. Enseñe. Ría. Sea Ud. mismo sin temor. La esperanza no defrauda.
No podemos cambiar el curso de los grandes acontecimientos del mundo, pero sí podemos mejorar nuestro pequeño jardín…Y en definitiva, el mundo está hecho de una misma y única tierra…
Hermosa reflexión.Gracias Mario por compartirla conmigo.Espero las siguientes.Cariños
Hermosa reflexión.Es como abrir los ojos a la realidad.Gracias Mario por compartir conmigo.Cariños
Muy profunda y cierta..comparto estas sabias ideas. Gracias!!